jueves, 18 de noviembre de 2010

El Cine Nacional y su Hora Cero

También yo creo que la Hora Cero es una muy buena película. La encomienda de sus actores es cumplida de manera brillante; los detalles técnicos son sobresalientes; algunas secuencias en la calle –especialmente la primera persecución- tiene una factura que, en mi modesto criterio, están ejecutada con maestría.

Son sobrepasadas cotas previas del cine nacional. Felizmente, queda confirmada una clara tendencia al crecimiento de historias y propuestas.

Entre sus actores, el elenco que encarna a la banda de malandros que perpetra el secuestro debe llevarse todos los aplausos del proyecto. Caminaron de la mano de un guión cruzado de giros hilarantes, que discurren con mucha solvencia en medio de la tragedia. Es un film emocionante, con un guión que se hizo creíble y logró salir relativamente airoso de los nudos que le planteó al público.


Recrea La Hora Cero a dos sucesos que efectivamente tuvieron lugar en la Venezuela de los años 90. La huelga general de los médicos de finales de 1996 y la toma de rehenes del Urológico San Román, unos meses antes. Dos episodios infelices, que recrean la decadencia de la Venezuela contemporánea y el lento colapso de eso que ahora llamamos la IV república.

Yo no puedo dejar de advertir, sin embargo, cómo de un tiempo a esta parte, a los directores del cine nacional –y eso incluye al de está película- se les nota el apuro por retratarse peinados frente al lente del gobierno. Observo demasiado celo en obtener 20 en conducta en esa boleta que expide el Ministerio de la Cultura.

Recapitulemos: un escuadrón de policías extorsionados por un político sin escrúpulos, capaz de mandar a matar al hijo que concibió con una doméstica a la que desprecia como si fuera un animal, todo con el objeto de que su esposa no se entere de sus andanzas. Una banda de malandros que termina conformando un elenco de justicieros y provocan una poblada frenética; unos médicos clasistas, ocupados únicamente de sus honorarios. Unos periodistas prostituidos, capaces de entregar su dignidad por una noticia, con una presentadora de televisión amarillista que cambia de postura conforme recibe órdenes de los poderes fácticos.

Demasiadas caricaturas, demasiadas simplificaciones ofensivas al mismo tiempo. Parecen éstas reflexiones de Farruco Sesto. Un atajo de simplezas y ardides folletinescos disueltos en un film que, - repito, porque no lo dudo- tiene indiscutibles meritos formales.

Se argumentara que se trata ésta de una obra de ficción. No lo es: no sólo son los sucesos que inspiran la historia hechos comprobadamente ciertos, sino que son múltiples las insinuaciones y guiños que le hacen las instituciones, cuerpos policiales y canales de televisión a la realidad. Comenzando por la toma que relata las notas de prensa del comienzo.

El ejemplo de La Hora Cero no es aislado. Todo lo contrario: es sintomático. No es la primera vez que uno va al cine de forma desprevenida, feliz ante la buenas nuevas que, de un tiempo a esta parte, viene ofreciendo el cine nacional, para toparse, encapsulados y disueltos en una historia convincente, éstos ardides recalentados de encapuchado sin oficio.

El régimen anterior cometió toda suerte de tropelías, eso nadie lo discute. Es una realidad con pruebas tangibles: no tendríamos en un ministerio de la Cultura a un sujeto como Sesto de no haber tenido la infeliz sucesión de gobiernos del tiempo reciente. Una cosa es consecuencia de la otra.

Pero el régimen anterior, al menos, estaba dispuesto a examinar sus miserias y las del país sin imponerle a nadie cánticos alegóricos como condición previa. Todo lo contrario: la guanábana aprobaba en el viejo Congreso Nacional recursos para financiarle las reflexiones a Román Chalbaud y a Rodolfo Santana. Dicterios descarnados, con frecuencia muy ciertos, que llegaban a la ofensa personal. Yo me pregunto si un gobierno como éste, que le encanta posar de libertario, sería posible presentar en cartelera una versión a la inversa de, por ejemplo, un panfleto tan ausente de disimulos como Amaneció de Golpe.

¿Qué tal una película sobre la lista Tascón; sobre la obediencia debida en la administración pública; sobre los matones que amedrentan a la ciudadanía con camisas rojas en las calles; sobre el caso de Guido Antonini Wilson? ¿Que tal una comedia sobre los limites de la adulancia? Claro: no habría dinero y no habría proyecto. El dueño de los guantes, el bate y la pelota recogería sus pertrechos; no habría juego para nadie

El atajo que toma La Hora Cero está confeccionado una forma bastante peculiar y eplíptica de cuadrarse con las circunstancias. Repito: no es la primera vez. Reflexiones subliminales y metamensajes pensados para gente desprevenida