domingo, 6 de mayo de 2012

Sobre "Caracas, ciudad de despedidas"

Una molestia inicial que no pude reprimir, y un sedimento amargo que encuentra su espacio, se aposenta y se extiende con lentitud. Esas fueron las dos sensaciones experimentadas -disuelta la primera, vigente la segunda-, cuando fui invitado de forma casual a ver el breve documental “Caracas, ciudad de despedidas”. El equívoco inicial, paso a reconocerlo, correspondió a una interpretación somera del contenido del material. Probable consecuencia de una especie de rebote auditivo que se trae al remolque situaciones previas: una de las tantas ocasiones en las cuales uno ha tenido que encarar un tema crónico; un malestar cultural que se ha transformado en una de las conversaciones más recurrentes en todos estos años. En las primeras de cambio confundí el testimonio de estos muchachos con algunas posturas inerciales vinculadas a la fractura social que como sociedad nos distingue y que, en mi caso, producen una irritación inercial que me es casi imposible de contener. Me refiero al discurso que patenta el asco social y que se desplaza a través del desarraigo; a una cierta actitud sifrina irremediable que no termina de aprender a aproximarse con dignidad a la comprensión de la pobreza. Esa fruición tercermundista con la cual algunos sectores pudientes latinoamericanos desprecian las claves culturales que le pertenecen para hacer suyas las de entornos más adelantados. Pero no. No es el caso. Sería una tontería imperdonable no verlo. El desarrollo del discurso del material en cuestión hace que cualquiera que lo desee termine aterrizando en una única conclusión posible. Una secuencia interminable de equivocaciones y estupideces cometidas como sociedad los tiene a ellos metidos –nos tiene metidos a todos- en el complicadísimo escollo político y social vigente en Venezuela en estos momentos. Son ellos parte constitutiva de una generación que es el resultado directo de una comedia de 25 años de equivocaciones. Y junto a esa generación está la mia, la que estudiaba 20 años atrás, respirando con ellos el efluvio del fracaso. Al ver a estos jovenes, me pude ver a mi, 20 años atrás, un estudiante crudo y con un optimismo inveterado, queriendo formar parte de algo, esperando con candidez que el país aplacara sus tormentos para comenzar a ser feliz. Es imposible no extraer conclusiones sin quedar preso de una profunda amargura. La tiranía del hampa, el colapso de los servicios, el ahogo a las universidades, el parcelamiento de la ciudad, el encanallamiento de la policía. La existencia de una estado sin instituciones, disfuncional y corrompido. Una realidad hostil e impredecible. Estos muchachos, como todos los venezolanos, pertenecen a una nación que ha dispuesto de abundantes recursos para levantar una sociedad coherente y digna, con un plan de vuelo al cual todos podamos atenernos y un acuerdo básico de convivencia. Pero están entrampados, como estamos todos, en un terrible caos de una endemoniada marcha, que cada día trae una variante nueva. Una crisis, por cierto, con elementos objetivos, fácilmente comprobables, que pueden ser aspirados al poner un pie en la calle, y que no quedará conjurada porque sus promotores, los gobernantes de hoy, terminen, como terminan siempre, atrincherándose en ecuaciones ideológicas de manual y posturas acomplejadas de clase. En Venezuela antes la gente llegaba: ahora la gente se va. Y si no logramos sacar al país del atolladero actual, la diáspora como fenómeno cultural se irá expandiendo a otros círculos sociales para volverse en un fenómeno que involucre a millones de personas. Así de sencillo. Las voces que escuchamos corresponden al testimonio de un fracaso histórico. La crisis venezolana, la decadencia de nuestra cotidianidad, no comenzó con Hugo Chávez, aunque es obvio que en sus manos se ha agravado terriblemente. Puede que, en virtud de su juventud, los entrevistados se hayan apalancado en algunas licencias imprudentes y no del todo elaboradas políticamente. Eso no nos impide afirmar que han expresado indiscutibles verdades. Y que, en última instancia, como ciudadanos de este país, ellos tienen derecho a decir las cosas como les de la gana sin ser por eso estigmatizados por nadie. Aunque formé parte inicial del coro de espectadores que se aproximó a esta circunstancia de forma por demás injusta, desde acá me animo a afirmarles que se queden tranquilos. No tienen nada de que avergonzarse. Ni son los únicos ni están solos. Hay millones de personas en este país que se sienten igual que ustedes. Una última reflexión, con ánimo de post scriptum: aquellos que, apareciendo en el documental, aún no se han ido, sólo me animaría a hacerles una proposición. Puede que no tenga sentido pedirles que hipotequen todo su futuro esperando por una nación impredecible y con un destino incierto, que ha dado comprobadas muestras de tener dificultades para salir de su actual estado de postración. Pero sí cobra un significado neto, con un valor agregado muy especial, que como personas en sociedad los distinguiría, que identifiquen las implicaciones y claves de la encrucijada actual. El costo de emigrar es bastante más alto de lo que parece. Lo que ustedes quieren es lo que todos aspiramos: tener una nación en la cual crecer y criar a nuestros sin pasarse los días enteros defendiéndose de la realidad. Estar en Venezuela en ESTE momento, en el tiempo histórico que engloba estos meses, puede tener un enorme y muy especial significado civil. Esperen las elecciones. Anímense a formar parte de la historia. No busquen refugio en artificios. Hay una oportunidad que nos está esperando. Las cosas no tienen por qué estar mal toda la vida. Las cosas pueden cambiar. A finales de este mismo año tendrán todos ya suficientes elementos de juicio sobre lo que soberanamente harán con sus vidas. Un derecho personal, inalienable e intransferible que no admite juicios de terceros. Parte del filamento ético del inseparable binomio con el que están tejidas la libertad y la responsabilidad

12 comentarios:

  1. Grande, Alonso! Así, sí. Cuando vi tu comentario de Twitter me sentí un poco decepcionada porque pensé que te habías quedado con la superficialidad del cómo y no en el fondo del qué del mesaje (intencionado o no) de ese video.
    Excelente reflexión.
    Te quiero!
    Besos a tus chicas.
    Bea

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    Respuestas
    1. Esta sí es una reflexión con la que me identifico. He leído y visto comentarios respecto a este cuasi "documental", que si bien no tiene ninguna técnica cinematográfica, ni reflexión y mucho menos técnica o discurso coherente, plantea una situación que ha causado roncha. Me interesó, como dice la que me antecede, el fondo, no la forma y estos muchachos lo reflejan de forma torpe, pero clara. A lo que invita es a darle respuesta a su inquietud y eso no es lo que se ha hecho. Mucho denuesto y poca reflexión respecto al porqué muchos hemos decidido irnos de Venezuela.....

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  2. Estoy de acuerdo contigo Alonso. No es posible olvidar que los atizadores del odio han utilizado los recursos del estado para someter a estos muchas al escarnio público. Lo que pudo ser una opinión intrascendente de unos muchacho se ha convertido en una gran operación de demonización y odio hacia un sector de la población. Este es realmente el escándalos y no las inocentes voces de estos muchachos intexpertos en todo.

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  3. Magnífica tu reflexión. Yo también me niego a caer en la simpleza de decirles sifrinos y estúpidos a esos muchachos, quienes lo que necesitan con urgencia es una respuesta. Un abrazo
    Marisol

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  4. De nuevo, te aplaudo, querido Alonso. Menos mal que entre tanto maremoto polarizante, hay reflexiones como la tuya. Gran abrazo. Liza

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  5. Muy buena reflexión te felicito, es muy cómodo defenestrar a quienes tienen la valentía de expresar lo que creen, independientemente del estilo, hay razones de fondo que los llevan a tomar decisiones como es irse del país.
    Tu opinión profundiza no se queda en la simplesa de criticar por como hablan, visten o cualquier otro superficialidad, y eso no implica en ningún caso estar de acuerdo con la forma.
    Comparto contigo que (si no me equivoco) que somos un país con muchas oportunidades, eso si, está en nuestras manos empujar para implementar los cambios, nos merecemos un país de oportunidades para todos.

    Un abrazo,

    Rubén Molina

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  6. Muy buena reflexión te felicito, es muy cómodo defenestrar a quienes tienen la valentía de expresar lo que creen, independientemente del estilo, hay razones de fondo que los llevan a tomar decisiones como es irse del país.
    Tu opinión profundiza no se queda en la simplesa de criticar por como hablan, visten o cualquier otro superficialidad, y eso no implica en ningún caso estar de acuerdo con la forma.
    Comparto contigo que (si no me equivoco) que somos un país con muchas oportunidades, eso si, está en nuestras manos empujar para implementar los cambios, nos merecemos un país de oportunidades para todos.

    Un abrazo,

    Rubén Molina

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  7. Alonso, no esperaba menos de ti. conociendote¡¡. Yo tambien opine lo mismo, claro en mi contexto, pero no critique a unos Jovenes que a su modo de pensar expresaron en un video la realidad del País y porque personas como ellos mismos se van a OTRO Pais buscsndo la Oportunidad que NO les dá el suyo propio. que son sifrinos??' si, si lo son, pero sifrinos con Ideas, no estudiosos vacios como los que ocupan algunos curules de la AN (). Yo apoyo el contenido de este video y estoy de acuerdo con cada una de tus palabras que no tienen desperdicio. Laura Lopez. Maturin

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  8. Tu si eres inteligente vale! Orgullo de Venezuela

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  9. Sencillamente, contundente! Mejor imposible. Lo felicito.

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  10. Bla, bla, bla, mucho escribir, poco decir...

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